La banca estadounidense aún está ávida de liquidez y, por ello, ha desatado un ‘boom’, que ha generado preocupación entre los reguladores, con los depósitos intermediados, o conocidos en la jerga financiera como hot money. Este instrumento financiero funciona en el balance de los bancos como un depósito tradicional, como recursos propios de una entidad en forma de capital, pero es mucho más inestable.

En concreto, los bancos más pequeños del país se han lanzado a por esta financiación, llevándola a zona de máximos de la década, cerca de 1,2 billones de dólares, frente a los cerca de 640.000 millones registrados el año pasado, un 86% más, según datos de la Corporación Federal de Seguro de Depósitos.

Una publicación del periódico español El Economista, destaca que esta es una figura algo desconocida, por lo menos en Europa, que no tiene registrados este tipo de activos. A diferencia de los depósitos más tradicionales, cuentas corrientes, de ahorro… estos son requeridos por la entidad a un tercero, un broker como Morgan Stanley o Fidelity, con el fin de obtener liquidez, aunque sea a costa de ofrecer una alta rentabilidad.

Estas dos empresas son las más relevantes de este mercado en el que se han establecido recaudando dinero de los usuarios y ofreciéndolo a otros actores. De esta manera ellos ganan dinero exigiendo un mayor interés a las entidades y sus clientes también salen ganando al obtener más rentabilidad que en un depósito tradicional. Se considera una fórmula poco arriesgada de optar a un buen retorno.

Sin embargo, esto es positivo muchas veces para la banca. El negocio del sector se basa en lograr financiación de sus clientes a través de cuentas de ahorro u otras fórmulas, para usar estos activos en préstamos que les reporten ganancias a través de los intereses.

Por lo tanto, obtener liquidez en momentos determinados para poder apoyar el negocio del crédito y apuntalar tus balances de manera temporal puede ser muy útil.  Sin embargo, tienen más contraindicaciones. Por un lado, son mucho más volátiles y propensos a marcharse, más sensibles a los tipos de interés.

Debido a estos factores en el sector son conocidos como ‘depósitos calientes’ ya que son mucho más activos y no es recomendable recurrir masivamente a ellos si lo que se busca es estabilidad.

En el último trimestre, estos depósitoshan escalado hasta representar un 6,3% del total, mientras que en 2022 rondaban el 3%. Aunque este incremento parece una cifra razonable, los altos cargos de la Reserva Federal se muestran preocupados porque los que más han empujado al alza esta cifra son los bancos regionales, para los que podría empezar a representar una cifra relevante en sus cuentas.

Según datos de la Reserva Federal, los «depósitos calientes» ya suponen un 11% del balance de las entidades con unos activos valorados entre los 50.000 y los 99.000 millones de dólares. Para los que cuentan con unos activos de 5.000 millones, estos han subido hasta el 8,9%.

Para los reguladores esta situación les coloca en una posición más comprometida, no solo por que se trata de un suelo menos estable ante nuevas turbulencias, sino también por sus mayores precios, que podrían lastrar su actividad.  Los que pagan los bancos por este producto varía dependiendo de muchos factores, pero los principales actores del sector suelen ofrecerlos por al menos un 5%, según indica Wall Street Journal.

La propia FDIC (por sus siglas en inglés) explica que solo acepta esta fórmula para bancos que cumplan con estándares adecuados debido a que pueden suponer un peligro para las cuentas y su presidente, Martin Gruenberg, defendió que «pueden representar un riesgo para la liquidez de una entidad» y un incremento en los mismos supone un «motivo de alerta» para los reguladores.

Las agencias de rating, como S&P Global, Moodys y Fitch han señalado recientemente que consideran estos depósitos como activos de menor calidad a la hora de hacer sus informes. El profesor del IESE John Almandoz explica que «la dependencia de los depósitos intermediados ha sido uno de los indicadores que ha hecho saltar las alarmas de los organismos reguladores, al considerarse un indicador muy útil para detectar un exceso de riesgo en una entidad».

¿Una nueva crisis bancaria?

Este riesgo está haciendo que vuelvan a emerger los temores respecto a los bancos regionales. Vuelven al foco viejos conocidos que saltaron a los titulares internacionales tras el colapso de Silicon Valley Bank, Signature Bank First Republic y los problemas de liquidez en Western Alliance, First Horizon o PacWest. Los reguladores quieren ver si los rápidos movimientos en el sector han abierto un camino para una próxima temporada de turbulencias.

La crisis bancaria que se desató este año tuvo en otra figura poco comentada hasta el momento su principal catalizador. Para el balance de los bancos, los bonos americanos se habían convertido en un pilar fundamental de la solvencia del balance.

Era capital de máxima calidad, pero la Fed hundió el valor de este tipo de activos con la velocidad en la que ha subido las tasas de interés. Esta situación fue la tumba para Silicon Valley Bank, estaba mal posicionada para un escenario restrictivo de liquidez. Su debilidad propició una ritirada de fondos por la desaceleración de la financiación a start ups que tenían sus ahorros en la entidad.

Pronto se encontró con que no tenía efectivo suficiente para afrontar las salidas y para hacerlas frente tuvo que vender sus bonos a pérdidas. Esta operación se saldó con un golpe de más de 2.800 millones en sus cuentas, arrastrándola a buscar soluciones desesperadas como una ampliación de capital de 1.650 millones de dólares para evitar la suspensión de pagos. Esta señal de auxilio desató el pánico, con un éxodo masivo de sus clientes y terminando por abocarla a la quiebra de forma definitiva.

Esta demostración de que la subida de tipos de interés podría asestar un duro golpe a los bancos que no estuvieran preparados (y en particular a las entidades locales), desató una oleada de temor en el sector.

En ese sentido, se consumó una auténtica huida que replicó la crisis de Silicon Valley Bank en otros bancos y puso el foco de todas las compañías del sector en la necesidad de liquidez para evitar este escenario. En ese sentido, la Fed realizó la mayor inyección de la historia para garantizar este objetivo, con más de 165.000 millones de dólares.

Ahora, aunque el miedo parece haberse superado y la situación se ha tranquilizado, estas empresas se han lanzado a la búsqueda de liquidezpara espantar fantasmas del pasado y para cumplir con la nueva regulación que se plantea para el sector. En ese sentido han incurrido en ventas de bonos, de activos, captación de cuentas corrientes… pero preocupa que hayan visto en los brokers un camino más rápido para lograr sus objetivos.

Uno de los ejemplos principales de esta tendencia es Westem Allance Bank, en escaso tiempo ha visto crecer sus depósitos intermediarios hasta los 18.280 millones de dólares, un 35,6% del total de sus depósitos, según indican los datos de la consultora BankRegData.

También Pacific Western Bank ha recurrido a este mecanismo, con cerca del 55% del total de sus depósitos siendo «dinero caliente» (15.583 millones de dólares).  Para Valley National Bank, la cifra asciende a cerca del 20% todos sus depósitos.

Los depósitos cayeron un 2,4%, 421.400 millones de dólares

Los grandes bancos tampoco se escapan de esta tendencia,Bank of America, JP Morgan o Citigroup han aumentado sus depósitos a terceros aunque con un porcentaje mucho más controlado. En el caso del primero, este apenas asciende a un 1,67%, el segundo un 3,62% y el tercero un 5,29%.

En el caso de otras entidades que no necesariamente han incrementado sus tenencias, también tienen una cantidad reseñable. Para Wells Fargo estos representan el 6,22% de todos sus depósitos. Por su parte, en US Bank este equivale al 6,55%.

Aunque los que se llevan la palma entre los grandes agentes del sector son Goldman Sachs y Morgan Stanley. El primero cuenta con unos depósitos intermediados de 72.600 millones de dólares, un 19,8% del total. En el caso del segundo estos ascienden hasta los 76.500, un 21,5% del total. Sin embargo, estos no responden a un movimiento muy sensible al alza, como sí ha pasado con las entidades regionales, en el caso, por ejemplo de Zions Bancorp, anunció en sus últimos resultados un incremento hasta los 8.500 millones de dólares cuando el año pasado no contaba con prácticamente ninguno.

Todo apunta a que el motivo detrás de estos movimientos es una competencia creciente por asegurar liquidez tras las quiebras y un entorno más restrictivo Sería más asertivo. El último informe semestral del sector bancario de S y P Global hablaba de que «los colapsos han intensificado una competencia en los depósitos». Según sus estadísticas, en aquel entonces (finales de mayo) los depósitos habían caído un 2,4%, 421.4000 millones de dólares.

Ahora esta competencia extra llegaría en un entorno de tipos altos, donde los depósitos se vuelven más importantes. Con las alzas en el ‘precio del dinero’, los bancos tienen que subir el coste del crédito al tiempo que luchan con mejores remuneraciones por obtener más depósitos para financiarse. Además, también está la «facilidad de depósito», un mecanismo por el que  los bancos ingresan sus fondos sobrantes (los que no usan para créditos ni guardan para retiradas) en el banco central a un día, siendo remunerados en función del tipo de interés, otro incentivo a lograr obtener más depósitos cuando su entorno se vuelve restrictivo.

En ese sentido la competencia toma fuerza y, desde S&P Global remarcan que «aunque la Fed bajase los tipos, haría falta que los redujera al menos 100 puntos para que los costes de los depósitos comiencen a disminuir». El consenso de Bloomberg apunta a que los tipos seguirán en el punto actual hasta bien entrado 2024 y para entonces los recortes se producirían gradualmente. Otros expertos como Steven Grey CIO de Value Management, afirma que este incremento de estos activos demuestra «que la crisis bancaria está lejos de terminar». El experto señala que «es una señal de angustia para unos prestamistas que ahora tienen que competir por clientes que durante mucho tiempo dieron por supuestos».

Además, no es solo que el sector se acerque a un momento donde el crédito pierda valor y los depósitos sean más rentables, sino que también se vuelve una obligación para ponerse al día con las nuevas normas de la Fed. Tras la crisis bancaria el banco central reforzó la normativa para garantizar que la banca pueda afrontar con mayor solvencia situaciones como aquella.

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