Las conmociones de la guerra en Ucrania afectaron a muchos países cuando aún se estaban recuperando de la pandemia de COVID-19. Los desafíos fiscales han aumentado desde entonces en muchos países en desarrollo, como resultado del alza de los precios de los alimentos, los fertilizantes y la energía; el incremento de las tasas de interés, y la desaceleración del crecimiento, según el Banco Mundial (BM).

En respuesta a las crisis simultáneas, casi todos los países aumentaron su gasto público global y de salud (i). Pero solo unos pocos, en su mayoría países de ingreso alto, podrán mantener estos niveles en los próximos años. Será crucial mejorar la movilización de recursos internos, especialmente de una manera que se puedan ampliar las bases impositivas de manera sostenible.

Una solución eficaz es gravar los productos perjudiciales para el crecimiento a largo plazo y la salud pública.  Los impuestos relacionados con la salud son tributos especiales que gravan artículos como el tabaco, el alcohol y las bebidas azucaradas que causan problemas de salud y generan daños tanto a las personas como a la sociedad en general. Tales gravámenes constituyen una de las formas más eficaces en función del costo de reducir el consumo de productos poco saludables y salvar vidas, al tiempo que se recaudan ingresos públicos que tanto se necesitan.

El consumo de tabaco, alcohol y bebidas azucaradas provoca más de 11 millones de muertes prematuras cada año  (alrededor del 20 % [i] de todas las muertes en el mundo). En los países de ingreso bajo y mediano, los elevados y crecientes niveles de consumo de dichos productos tienen graves consecuencias en los resultados de capital humano (i) y la productividad económica. Aumentar los impuestos especiales sobre el tabaco, el alcohol y las bebidas azucaradas puede movilizar una suma considerable de ingresos adicionales , ayudando a los Gobiernos a reunir los recursos necesarios para aumentar el gasto relacionado con el desarrollo.

El éxito de los impuestos para la salud depende, entre otras cosas, de su diseño e implementación, y también del ecosistema en el que se apliquen. Los impuestos destinados a la salud, después de todo, son un eslabón en el sistema fiscal más amplio de un país. Por esa razón, un entorno macrofiscal sólido puede desempeñar una función importante en el grado en que los impuestos cumplen su objetivo. Los impuestos para la salud se deberán diseñar para que tengan la máxima eficacia. Por ejemplo, en el caso de la mayoría de los productos poco saludables, los impuestos específicos (basados en el volumen) generan mejores resultados de salud que los impuestos ad valorem (basados en el valor) porque conducen a precios más altos y un consumo más bajo. Generan también una menor variación en los precios, lo que mejora la eficiencia económica.

Los impuestos específicos son también más fáciles de recaudar, lo que mejora el cumplimiento tributario, y además se pueden estructurar de manera diferente. Por ejemplo, los impuestos específicos sobre las bebidas se pueden basar en el volumen o en el contenido de alcohol/azúcar. Determinar qué componente de un producto está sujeto a gravámenes es una parte de la definición de la “base” tributaria. Esta decisión puede tener consecuencias de gran alcance. Cuando se utiliza el contenido de alcohol o azúcar como base de los impuestos, los patrones de producción y consumo pueden cambiar favorablemente: los productores tienen mayores incentivos para reformular sus productos y aumentar la comercialización de artículos menos dañinos. O pueden traspasar el costo de impuestos más altos a los consumidores, reduciendo de paso el consumo.

De cualquier modo, se reduce el consumo de alcohol o azúcar, aunque no necesariamente el consumo total de bebidas. Los impuestos volumétricos, por otro lado, aumentan los precios de todos los productos y, por lo tanto, reducen el consumo total. Los impuestos específicos sobre el contenido de alcohol son comunes, pero se han empezado a utilizar sobre las bebidas azucaradas solo recientemente. Están surgiendo innovaciones interesantes, como el uso de umbrales y niveles en Sudáfrica y el Reino Unido (i). En ambos casos, los nuevos datos muestran que utilizar el contenido de azúcar como base de los impuestos puede ser eficaz para estimular a los productores a reformular y reducir el contenido de azúcar.  Sin embargo, en una época de alta inflación, los encargados de formular políticas deben velar por que la inflación no erosione la eficacia de estos tributos. Tiene sentido examinar periódicamente los impuestos especiales sobre los productos poco saludables para tener en cuenta la inflación de los precios al consumidor.

El uso de impuestos especiales para mejorar los resultados de salud no es algo nuevo. Este enfoque se ha implementado muchas veces para limitar, por ejemplo, el consumo de tabaco. El Banco Mundial y otros asociados han realizado contribuciones importantes en este campo durante la última década. Un equipo del Banco Mundial colaboró recientemente en un destacado libro de la Organización Mundial de la Salud y el Imperial College London titulado Health Taxes: Policy and Practice (Impuestos para la salud: Políticas y prácticas) (i). En la publicación se señala que los impuestos relacionados con la salud tendrán un papel cada vez más importante en los sistemas tributarios, pero la forma en que se diseñen, apliquen, administren y controlen marcará la diferencia en los resultados en materia de salud e ingresos. Recientemente se creó un grupo de trabajo sobre impuestos relacionados con la salud en el marco del Programa Mundial de Impuestos del MTI, en colaboración con las Prácticas Globales de Salud, Pobreza y Gobernanza (i). Su labor se basa en los esfuerzos mencionados para apoyar las reformas de los impuestos para la salud en todo el mundo.

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