Todo apuntaba a que sería algo transitorio, como se dice desde las altas instancias económicas. Con la inflación, pero la realidad está siendo más tozuda. El comercio marítimo no recupera la normalidad que saltó en pedazos con la pandemia y los fabricantes de todo el mundo están sufriendo un contexto en el que producen más de cara a la recuperación, pero tienen muchos más problemas para enviar su mercancía en medio de una ‘tormenta perfecta’ que no amaina. Los costes se han disparado y escasean las alternativas.

Según la prensa internacional, una de las razones es previa a la pandemia y reside en el sector del transporte marítimo, controlado por unos pocos operadores gigantescos tras años de una progresiva concentración en el sector. Entre 2016 y 2018, el número de grandes operadores se redujo a la mitad en un movimiento pensado para dejar atrás la crisis de 2008, especialmente lesiva para el sector.

Los operadores más pequeños desaparecieron y se optó por buques más grandes con más carga que hicieran escalas selectivas en Asia con destino a Europa o EEUU.

Ahora, los seis principales operadores controlan más del 70% de toda la capacidad de contenedores, según el proveedor de datos marítimos Alphaliner. Esto ha provocado que, en una situación límite, como la vivida el último año en las cadenas de suministro, el sector la haya afrontado con menos rutas, menos buques pequeños y menos puertos que puedan mantener el flujo de mercancías.

El resultado del cóctel explosivo ya se está viendo: las empresas están pagando al menos cuatro veces más por trasladar sus productos en comparación con el año pasado y se enfrentan a largos retrasos en las entregas. «hace unos años recibíamos media docena de ofertas de flete competitivas de las compañías navieras en un par de horas», relata al Wall Street Journal un importador textil estadounidense. «ahora hay que esperar un par de días para recibir una oferta de uno de los grandes, hay que pagar unos fletes disparatados y el envío se retrasa meses. Tenemos las manos atadas».

Este mismo importador revela que pagó 9.500 dólares por reservar un contenedor frente a los 3.000 dólares que pagaba antes de la pandemia. Consiguió ese precio tras negociar con varios transportistas, que en un principio le habían llegado a pedir unos 19.000 dólares. El envío de un contenedor de 40 pies (una medida estándar) de Shanghái a Rotterdam alcanza los 14.000 dólares y de Shanghái a Los Ángeles, los 10.000 dólares. Las tarifas apenas llegaban a los 2.000 dólares antes de la pandemia, según el Drewry World Container Index.

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