“Lo que no son cuentas son cuentos”, dice un adagio que se aplica con frecuencia al mundo financiero, muy dado a lanzar planes estratégicos con objetivos teóricos y poco concretos. En la lucha contra el cambio climático la posición inicial de la banca, tras el acuerdo de París en 2015, no fue entusiasta. De hecho, algunas entidades consideraron que los bancos no estaban en el epicentro de este problema porque afectaba a las industrias pesadas, según una publicación de la prensa europea.

Sin embargo, la situación ha cambiado rotundamente desde 2018 y sobre todo en 2019. Este asunto, con muchas implicaciones, ha llegado hasta las cúpulas directivas de los más grandes bancos españoles, que han empezado a preocuparse por cómo transformar la cartera de créditos marrones (empresas contaminantes) en préstamos verdes (de firmas cuya actividad respeta el medio ambiente). Pese a esta dificultad, están convencidos de que el área de los préstamos verdes será una de las de mayor crecimiento en los próximos ejercicios por las grandes transformaciones que se precisan y el empuje público que tendrán. El último informe de Bloomberg NEF muestra la creciente rentabilidad de las renovables, que en muchos países se están convirtiendo en la forma más barata de producir electricidad.

Desde el punto de vista de la seguridad financiera, los supervisores han pedido a las entidades que analicen su riesgo con las empresas contaminantes porque cada vez tendrán más dificultades para seguir adelante y podrían convertirse en morosos.

Según el Banco de España, las exposiciones de los bancos españoles a las ramas potencialmente expuestas a los riegos de transición energética, aunque con distintos grados de intensidad, representan el 20% de la cartera de préstamos a actividades productivas. Es decir, el tamaño del problema no es despreciable. Los banqueros son conscientes de que pueden perder parte de su negocio y reclaman a organismos independientes que califiquen a las empresas por su actividad ante el clima para readaptar su cartera de préstamos. Pero son conscientes de que parte de su cartera es marrón (compañías de carbón, refinerías de petróleo, químicas, por ejemplo) aunque piden tiempo para acabar con estos créditos porque están concedidos a medio o largo plazo y no se pueden rescindir de un día para otro.

Según fuentes de la Asociación Española de Banca (AEB) y de la CECA, la patronal de las antiguas cajas de ahorros, “el acuerdo firmado por los bancos recoge que en un plazo máximo de tres años, las entidades habrán establecido y publicado los objetivos específicos del sector, basados en escenarios para la alineación de las carteras con los objetivos del Acuerdo de París”.

Este paso, criticado por organizaciones ecologistas por su largo plazo, supone que no deben financiar, a partir de ahora, más empresas marrones. El Santander, por ejemplo, pese a tener gran presencia como banco en Polonia, país que usa mucho carbón, asegura: “Ya no se financia ningún proyecto nuevo ni admitimos clientes que desarrollen carbón, incluidas las centrales”. El Santander y el BBVA están entre los 33 bancos que más créditos dan a empresas que queman combustibles fósiles, según Banktrack, formada por diferentes ONG, si bien figuran en los últimos puestos.

En la parte positiva, el sector financiero considera que la sociedad no les permitiría seguir siendo parte del problema del cambio climático, es decir, pueden mejorar su maltrecha imagen pública. En cuanto al crecimiento del crédito, desde AEB y CECA se recuerda que según cálculos de la Comisión Europea, la UE tiene que atajar un déficit de inversión anual de casi 180.000 millones para lograr los objetivos en materia de clima y energía hasta el 2030. En este juego, la banca es la pieza clave, pero es consciente de que no podrá colocar préstamos públicos si no deja de apoyar a las industrias contaminantes.

“Los bancos”, dicen estas fuentes, “para finales de 2020 se proponen publicar e implementar un conjunto de medidas, que tomarán en diálogo permanente con sus clientes, para fomentar el cambio hacia tecnologías, modelos de negocio y sociedades bajas en carbono y resilientes al clima. Cada entidad, además, informará anualmente sobre su progreso individual y cada dos años sobre el progreso colectivo alcanzado en el desarrollo de este compromiso”. Son conscientes de que no pueden fallar a la sociedad porque son una pieza clave en esta cuestión.

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