Soichiro Honda, el hombre que ayudó a reconstruir Japón con motores, no con armas
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Soichiro Honda (Foto/Gentileza)
El pasado martes, 5 de agosto, víspera del 80 aniversario del bombardeo atómico sobre Hiroshima, se cumplieron 34 años de la muerte de Soichiro Honda (1906-1991), el hombre que ayudó a reconstruir Japón con motores, no con armas. Visionario, tenaz y rebelde, Honda fundó una de las compañías más importantes del siglo XX. Pero no solo eso. También encarnó el espíritu de un país que, tras tocar fondo, apostó por la tecnología, la disciplina y el trabajo como forma de renacer, según una publicación aparecida en La Vanguardia.
Casi tres décadas y media después de la desaparición de su fundador, Honda es hoy el mayor fabricante mundial de motocicletas y uno de los mayores productores de automóviles del planeta. Está presente en más de 150 países, con una trayectoria marcada por la innovación técnica y el inconformismo de su fundador, que desde sus inicios en la compañía destacó por sus frases poco convencionales que reflejaban su forma directa y poco ortodoxa de entender la vida y el trabajo.
“Si hubiera tenido que dirigir la empresa yo, la habría llevado a la bancarrota rápidamente”, reconoció en cierta ocasión, con una mezcla de autocrítica y honestidad, su falta de habilidad y cintura para manejar los aspectos empresariales más complejos.
Su historia es la de un ingeniero nato, un autodidacta apasionado por la mecánica desde su infancia en Tenryu, un pequeño pueblo al pie del monte Fuji. Hijo de un herrero y una tejedora, desde muy joven se familiarizó con las piezas y engranajes, que para él eran más que simples objetos. Eran sus juguetes y sus herramientas para entender el mundo. A los 15 años abandonó sus estudios formales para trasladarse a Tokio y convertirse en aprendiz en un taller mecánico, Art Shokai, donde su talento y dedicación pronto le valieron el respeto de sus maestros.
Allí no solo aprendió el oficio, sino que participó activamente en la creación de su primer coche de carreras, el Curtiss, que a los 18 años ganó el campeonato nacional japonés. Un hito que marcó el inicio de una carrera llena de logros técnicos y empresariales.
Para Honda diplomas no tienen valor
Sin embargo, Honda no era un hombre de caminos convencionales. Su relación con la educación formal fue siempre tensa. “Los diplomas no valen ni el papel sobre el que están impresos”, decía, y llegó a ser expulsado de la escuela técnica por negarse a realizar un examen que consideraba inútil. Para él, la práctica y la experiencia directa eran las verdaderas maestras. Esta visión se refleja también en su enfoque hacia el fracaso, que consideraba una parte esencial del éxito: “El éxito representa el 1% de tu trabajo, y es el resultado del otro 99%, que llamamos fracaso”.
Esa mentalidad se materializó en proyectos como el desarrollo de la Hondamatic, la primera transmisión automática diseñada íntegramente por Honda en los años 60, un proceso lleno de ensayos y errores que finalmente sentó las bases para la innovación futura de la empresa.
Para Soichiro Honda, el coraje, la perseverancia y la capacidad de soñar eran las tres cualidades que conducían al éxito. “Cuando una persona cree profundamente en algo, esto le permite encontrar una fuerza interna inmensa para superar todos sus fracasos”, afirmaba.
Esta filosofía marcó tanto su vida personal, como también la cultura corporativa de Honda, donde la creatividad y la iniciativa eran valores fundamentales. “La gente no va a sacrificarse por la empresa. Vienen a trabajar a la compañía para disfrutar, y es ese el sentimiento que conducirá a la innovación”, sentenció.
Además, Honda comprendió la importancia de la diversidad de talentos dentro de una empresa. Así lo reflejó en su relación con Takeo Fujisawa, su cofundador, un hombre de carácter y habilidades muy distintas a las suyas. “Él tiene lo que yo no tengo”, reconocía, y advertía que sin Fujisawa, la compañía podría haber acabado en bancarrota. De este modo, fomentó un modelo de liderazgo basado en aprovechar las fortalezas individuales y trabajar en equipo.
La gente trabaja mejor si disfruta
Honda sobrevivió a tiempos convulsos, entre ellos la guerra sino-japonesa y la Segunda Guerra Mundial, periodos en los que su empresa tuvo que reinventarse varias veces para salir adelante. Tras la devastación de la guerra y la destrucción de Hamamatsu, donde estaba su fábrica, vendió su negocio y se tomó un año de descanso, dedicándose a hacer whisky casero. Pero no tardó en volver a la actividad, y en 1946 fundó la Honda Technical Research Institute, dando inicio a la fabricación de motores para motocicletas con el invento que popularmente se conoció como ‘chu-chu’ por el ruido que hacía.
Ese fue el primer paso de una empresa que, bajo su liderazgo, creció hasta convertirse en un gigante mundial de la automoción y la motocicleta. Reconocido por sus productos, sí, pero también por una cultura empresarial basada en la innovación constante y el respeto por la iniciativa individual.
Soichiro Honda dejó un legado que trasciende su propia historia, impregnando la identidad de la empresa y la mentalidad de miles de trabajadores y emprendedores en todo el mundo. Su vida es un ejemplo de cómo la pasión, la perseverancia y la valentía para romper moldes pueden transformar una visión en realidad.