La inflación lleva cerca de un año subiendo con una intensidad más que notable en la Eurozona y EEUU. La banca central, por su parte, ha comenzado a endurecer su política con cierta prisa (se les acusa de haber llegado tarde), mientras que la tasa de crecimiento real de los salarios es negativa (avanzan más despacio que la inflación). Demasiados ‘golpes’ juntos para el consumo y la inversión. Esta combinación de factores está llevando a la economía a una fase de destrucción de demanda (ajustes en las compras de ciertos bienes y servicios para cuadrar gastos e ingresos) que amenaza con convertirse en un atajo hacia la próxima recesión. El consumo real corre el riesgo de contraerse y abocar a las economías desarrolladas a una nueva crisis, algo que empieza a parecer inevitable.

Los economistas de Nomura creen que el Banco Central Europeo se ha visto obligado a rebajar sus previsiones de crecimiento precisamente por este fenómeno: «La crisis del coste de la vida asociada a la destrucción de demanda ha llevado ya al BCE a revisar a la baja sus previsiones de crecimiento y de inflación a medio plazo». La inflación se encuentra en la zona euro en 8,1%, la tasa de variación interanual más elevada de la historia. Por otro lado, los salarios han comenzado a despertar, pero su crecimiento no supera el 2,8%. Los hogares están perdiendo poder adquisitivo y esto se va a dejar notar en el consumo, principal motor de la economía europea. El mercado empieza a descontar este escenario: un consumo real inferior se traduce en menores beneficios y, por ende, en un descenso de las valoraciones ceteris paribus.

«Creemos que el enfoque del mercado está cambiando desde las preocupaciones sobre los problemas de suministro a las preocupaciones sobre la destrucción de demanda y el crecimiento. El mayor debate en los mercados es cuál de los siguientes dos factores resultará dominante», comentan los economistas de Bank of América Merrill Lynch (BofAML).

La inflación sube con intensidad antes de cada recesión

El debate está abierto todavía, pero cada vez parece más claro que la economía global está empezando a entrar en el escenario de destrucción de demanda (la Agencia Internacional de la Energía sostienen que ya se está produciendo en algunos derivados del petróleo). Las últimas caídas en los mercados (bolsas y bonos) confirman estos miedos. Los analistas de Datatrek apuntan en una nota a que el mercado está empezando ya a cotizar esta destrucción de demanda que desembocará en unos beneficios menores y, probablemente, en una recesión. «Los volúmenes de búsqueda de Google de ‘recesión’ se han ganado la atención general últimamente». Tanto en 2007 como al comienzo de la pandemia del covid, esta búsqueda también se disparó y la recesión terminó llegando.

De los cuellos de botella a la debilidad

Hasta la fecha, la economía ha estado marcada por un escenario que, según los economistas de BofAML, se resume de la siguiente forma: interrupciones continuas de la oferta, precios cada vez más altos de las materias primas, más presión inflacionaria, ajuste monetario más fuerte de lo esperado y mayores rendimientos de los bonos ante un aumento de las expectativas de inflación.

Sin embargo, el escenario que empieza a ganar fuerza estaría dominado por los siguientes factores: la destrucción de la demanda, lo que implica un debilitamiento del crecimiento, mayores riesgos de recesión, disminución de las expectativas de inflación, pico de agresividad del banco central (pico de las expectativas de subidas de tipos, no que los bancos centrales dejen de endurecer su política monetaria), pronto una mayor presión a la baja sobre los precios de las materias primas y menores rendimientos reales y nominales de los bonos, señalan desde Bank of América Merrill Lynch.

Estos expertos apuestan a que el escenario más probable es el de destrucción de demanda. Los economistas del banco americano aseguran que «la debilidad del crecimiento será, en última instancia, el motor dominante por varios motivos: la multitud y la gravedad de los vientos en contra del crecimiento que azotan a la Eurozona, EEUU y China; el hecho de que es probable que vayan desapareciendo las interrupciones del lado de la oferta resultantes de los confinamientos en China, mientras que nuestros analistas destacan que los costes de transporte por carretera en EEUU están cayendo considerablemente».

Por último, los analistas de BofAML creen que «si la inflación y/o los precios de las materias primas continúan aumentando en el corto plazo (algo probable), esto ayudará a debilitar aún más el crecimiento (a través de un menor poder adquisitivo de los consumidores y un endurecimiento más agresivo del banco central)», aseguran desde BofAML.

La caída del poder adquisitivo de los hogares lastrará el consumo real de los mismos. Los consumidores tendrán que ajustar sus gastos y reducir la adquisición de ciertos bienes y servicios para llegar a final de mes. Aunque el gasto nominal (en euros o dólares contantes y sonantes) sea el mismo o mayor que hace unos meses, el consumo real (es el que cuenta en el PIB: cuántos bienes y servicios se consumen) se verá reducido. El crecimiento del PIB estará empujado en mayor parte por el alza de precios que por producir una mayor cantidad de bienes y servicios, que es el crecimiento magro o sano.

De este modo, «cuanto más se debilite el crecimiento, más se eliminará el exceso de demanda, que probablemente ha sido un factor clave detrás de las presiones en la cadena de suministro y el aumento de la inflación», aseguran desde BofAML. Todo esto parece acercar a los países avanzados a una nueva recesión. Dos tercios de los economistas consultados en una encuesta realizada por el Financial Times aseguraban esta semana que la próxima recesión en EEUU se producirá antes de que termine 2023.

Los economistas de Oxford Economics en un comentario que se dirige solo a la economía de EEUU son algo más optimistas respecto a la cuestión de la recesión. Oren Klachkin y Kathy Bostjancic, analistas de Oxford, explican que «es difícil luchar contra la reciente oleada de malas noticias, pero la economía no necesariamente se está inclinando hacia una recesión. El aumento de la inflación, los altos tipos de interés y una letanía de problemas en la cadena de suministro provocarán cierta destrucción de la demanda, pero la economía aún está respaldada por fundamentales positivos». Estos expertos creen que la recesión no está tan cerca como aseguran otros analistas.

El petróleo y los derivados

El término ‘destrucción de demanda’ es un concepto que se usa de forma habitual para referirse a la caída en la demanda de alguna materia prima (sobre todo petróleo o derivados) cuando los precios suben con gran intensidad. Su uso en las materias primas se debe a que el precio de estas es mucho más volátil y, por ende, se encuentran expuestas en un mayor número de ocasiones a esta destrucción de demanda (ocurrió, por ejemplo, en 2008). Sin embargo, en esta ocasión también se puede extender a una buena parte de bienes y servicios que están sufriendo subidas de precios interanuales de doble dígito, lo que está desviando el consumo hacia otros bienes alternativos o simplemente reduciendo la demanda (destrucción).

No obstante, esta vez también se puede emplear el concepto en las propias materias primas. En el caso del petróleo y los derivados. Los economistas de Societe Generale creen que el mercado ha estado centrado hasta ahora en los problemas de suministro de petróleo y derivados, pero esto podría estar cambiando rápidamente: «El poder explicativo del lado de la demanda está aumentando, aunque por ahora solo supone un 35% de la variación del precio, en comparación con el 65% de la oferta… según nuestro modelo, el mercado todavía tiene puesto el foco en las restricciones significativas de la oferta en lugar de la destrucción de la demanda: pero la importancia de la demanda está creciendo».

Los economistas del banco de inversión francés sostienen que la tormenta perfecta que ha dado tanta fuerza al petróleo (el barril ronda los 120 dólares) «solo puede ser contrarrestada por la destrucción de demanda». No obstante, la intervención de los gobiernos subsidiando el precio de la gasolina y los combustibles ha estado retrasando esta destrucción de la demanda a costa de cargar la factura a las finanzas públicas. El resultado es que las materias primas y los productos refinados han seguido encareciéndose. La destrucción de demanda se ha retrasado, pero terminará llegando si no lo ha hecho ya.

«A medida el mercado de petróleo y refinados sufre más estrecheces, es probable que los inventarios caigan muy por debajo del promedio de los últimos cinco años en la segunda mitad de 2022. Esto daría como resultado una ampliación de la estructura de backwardation del mercado de futuros de petróleo. En términos de riesgos alcistas, creemos que el petróleo podría subir fácilmente a los 150 dólares por barril… En el lado negativo, una recesión global podría hacer que la demanda caiga 3 millones de barriles por día y los precios caigan significativamente por debajo de 90 dólares. A diferencia de 2008, los diferenciales (cracks o spreads) de los productos refinados están significativamentte por encima de los precios del petróleo, de modo que es muy probable que se produzca una destrucción significativa de la demanda en ciertas partes de la economía mundial», sentencian.

Los economistas coinciden en que una inflación tan elevada termina erosionando el consumo. A su vez, estos elevados niveles de precios fuerzan a la banca central a subir los tipos de interés y a endurecer las condiciones financieras (también debilitan el consumo). Estas son dos fuerzas que tienen a enfriar la demanda interna (tanto el consumo como la inversión) y que a lo largo de la historia han desembocado en recesión. Esta vez no parece que vaya a ser diferente.

Fuente: eleconomista.es

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