La pandemia del coronavirus amenaza con cambiar muchas de las cosas que hasta ahora eran habituales en la vida de los ciudadanos. Entre estos cambios podría estar también uno que viene gestándose de hace mucho tiempo: el fin del uso del dinero en efectivo como método de pago. Parece que en varios países se han disparado las búsquedas que relacionan al uso de los billetes y las monedas con la transmisión del coronavirus, mientras que algunos datos dejan entrever que el uso de este dinero se ha reducido en algunos países durante la pandemia, lo que podría fomentar el uso de otros métodos de pago, informó El Economista.

El fin del dinero en efectivo puede tener algunas ventajas, pero también puede ser una amenaza para la libertad del ahorrador y aumentar el coste y el tiempo necesario de ciertas transacciones. Durante la crisis del coronavirus se difundió por diversos canales que el dinero en efectivo era uno de los principales catalizadores de la propagación, lo que provocó el rechazo de una parte de la población al uso de los billetes y las monedas (un rechazo que parece no haber concluido).

Los bancos centrales y la Organización Mundial de la Salud (OMS) salieron a desmentir este hecho con ciertas dudas, pidiendo que se mantuviera su uso con medidas de precaución como lavar las manos tras tocar billetes y monedas. La OMS, por ejemplo, sólo ha recomendado lavarse las manos después de usarlo si se van a consumir alimentos, mientras que el Banco de España asegura que la probabilidad de contagio a través de los billetes, en comparación con otras superficies, es muy baja. Por ejemplo, el Banco de Canadá ha pedido por favor a los comerciantes que vuelvan a admitir los pagos en efectivo.

Sin embargo, el daño parece hecho. No se puede negar que el dinero es otro conductor del coronavirus que presenta el mismo riesgo que tocar cualquier superficie común «como un pasamanos en el metro o un pomo», explicaban desde el Banco de Inglaterra. Al igual que muchos ciudadanos han comenzado a abrir los pomos con el codo y a evitar el contacto con objetos del exterior, el uso del dinero en efectivo también podría reducirse. Este tipo de dinero es una vía de transmisión de bacterias, hasta 26.000 por billete, según un estudio de la Universidad de Oxford recogido por la agencia Efe.

En un documento del Banco Internacional de Pagos (BiS por sus siglas en inglés), sobre el futuro del efectivo tras el coronavirus, explican que «independientemente de si las preocupaciones están justificadas o no, las percepciones de que el efectivo podría propagar patógenos pueden cambiar el comportamiento de pago de los usuarios y las empresas. En crisis pasadas, la demanda de efectivo a menudo ha aumentado, ya que los consumidores han buscado una reserva estable de valor y un medio de intercambio. En la coyuntura actual, los datos aún no muestran una imagen uniforme», advierten los expertos del BiS.

«En EEUU, el efectivo en circulación ha aumentado recientemente. Pero en el Reino Unido, el dinero que se ha sacado de cajeros automáticos ha disminuido. A medio plazo, el brote podría, en principio, tanto conducir a un aumento del efectivo por medidas de precaución por parte de los consumidores como a generar un aumento estructural en el uso de pagos con móviles, con tarjeta y online. Estas tendencias pueden ser diferentes entre sociedades y entre diferentes consumidores», explican los expertos del ‘banco’ de los bancos centrales.

En el caso de España, la retirada de efectivo en cajeros cayó un 68% durante el mes de marzo, periodo marcado por la declaración del estado de alarma en el país y la aprobación de medidas de confinamiento, según un estudio realizado por el banco móvil N26.

Los problemas de rechazar el efectivo

Los economistas del BiS creen que hay que seguir muy de cerca la evolución de estas actitudes de los consumidores por lo que pueda pasar a corto y medio plazo. «Si el efectivo no se acepta generalmente como medio de pago, esto podría abrir una ‘brecha de pagos’ entre quienes tienen acceso a pagos digitales y quienes no lo tienen. Esto a su vez podría tener un impacto especialmente severo en los consumidores más mayores».

Este tipo de tendencias necesitan también una respuesta desde la banca central. Las infraestructuras de pago que dirigen los bancos centrales deberían ganar resistencia y relevancia, incluidas las monedas digitales que debaten estos institutos monetarios (CBDC por sus siglas en inglés). «La pandemia puede, por lo tanto, poner a las llamadas monedas digitales en el centro de todos los focos, destacando el valor de tener acceso a diversos medios de pago y la necesidad de que cualquier medio de pago sea resistente frente a una amplia gama de amenazas», sentencian los economistas del BiS.

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