Turquía sigue siendo protagonista en los mercados financieros mundiales esta semana. Hoy, la lira sube cerca de un 7% tras jornadas y jornadas de descensos. Parece lógico que en algún momento tenga que tocar suelo la divisa turca. Entre los operadores e inversores se espera una decisión política decisiva (más allá del ‘no’ al FMI) que, «si demuestra no ser lo suficientemente impresionante, podría generar aún más caos en el mercado y, con ello, la posibilidad de mayores trastornos económicos y financieros», asegura Mohamed El-Erian, economista jefe de Allianz y ex asesor de Desarrollo Global de la Casa Blanca, informó El Economista.

Tras varios días de crisis y muchos meses de caídas de la lira, quizá hay siete aspectos principales que los operadores, inversores, gobiernos y bancos centrales deberían tener en cuenta para comprender la crisis de Turquía y poder vislumbrar lo que puede pasar a largo plazo. Estos apuntes han sido expuestos por el propio El-Erian en un artículo publicado en la agencia Bloomberg.

Más allá de las divisas

A pesar de que el enfoque en estos días está en cuánto se mueve la moneda, la situación de Turquía se extiende mucho más allá del mercado de divisas. «Las monedas se ‘sobrerreaccionan’ con bastante frecuencia, especialmente en economías emergentes, y no solo hacia abajo», comenta El-Erian. En muchos otros países emergentes, como Argentina, Brasil, México o Rusia, se han visto grandes movimientos de las divisas que han alertado a medio mundo, sin embargo, al final son pocas las veces que ha ocurrido algo realmente grave a esos países.

«Estos movimientos violentos a menudo no son el factor que crea la agitación subyacente ni el resultado final. Se pueden interpretar mejor como un indicador altamente visible, y que también puede contener importantes señales a futuro», asegura el experto.

Los desequilibrios de Turquía no son cosa de un día

El-Erian destaca en su artículo de Bloomberg que al estimular de forma continua la economía a través del crédito y, más recientemente, con el presupuesto público o gasto público, Turquía ha acumulado déficits gemelos (twin deficits en jerga económica), es decir, desequilibrios tanto en el presupuesto del sector público como en la cuenta corriente de la balanza de pagos (grosso modo exportaciones menos importaciones). Financiados a través de endeudamiento externo y entradas de capital, estos han ayudado a impulsar la inversión y el crecimiento. Pero el ingreso (o rentabilidad) que «ha generado cada dólar que ha entrado ha sido insuficiente para frenar la carga de deuda», señala El-Erian.

El entorno externo se ha vuelto menos hospitalario

Aunque las necesidades de financiación siguen siendo considerables, Turquía ahora se enfrenta un ambiente externo más peligroso; y esto no cambiará pronto. Como resultado, las entradas de capital se han vuelto menos abundantes y más caras.

Cuando se trata de liquidez global, el mundo está en medio de una transición de un período prolongado de condiciones financieras relajadas diseñadas por los bancos centrales. Algunas de las grandes inyecciones mensuales de fondos como consecuencia de los programas de compra de activos de los bancos centrales se han detenido (como en el caso de la Reserva Federal) o están disminuyendo (Banco Central Europeo), comenta el experto.

«El extremo corto de la curva de rendimiento de Estados Unidos ha aumentado a medida que la Reserva Federal ha subido los tipos de interés varias veces, política que es poco probable que abandone pronto con el continuo aumento de la inflación. Y con las políticas, el crecimiento y los diferenciales de tipos que favorecen a EEUU, la probabilidad de un mayor fortalecimiento general del dólar es considerable», destaca el economista jefe de Allianz.

«Esto ha afectado técnicamente a las clases de activos más frágiles, especialmente los mercados emergentes, que han experimentado considerables salidas de capital. Los bonos denominados en moneda local y extranjera y, por lo tanto, las monedas y los diferenciales de riesgo, se han visto presionados», comenta el experto.

Este entorno externo menos complaciente ha sido amplificado en el caso de Turquía por su disputa política con EEUU. Con ello llegó el anuncio del incremento de los aranceles que EEUU aplica a los metales importados desde Turquía. Alcanzar algún tipo de resolución política se ha convertido en un paso importante en el corto plazo para reducir algunas de las presiones sobre el mercado de divisas de Turquía.

Los inversores dudan de las respuestas políticas

«La situación del país se complica aún más por las preocupaciones sobre la gestión económica. En medio de una presión política significativa, existe poca confianza de que el banco central esté en condiciones de ofrecer medidas decisivas basadas en el mercado para estabilizar la moneda. Las preocupaciones sobre la intervención política han sido amplificadas por el nombramiento del yerno del presidente Recep Tayyip Erdogan a un cargo de coordinación y supervisión económica clave en el gabinete», explica El-Erian en Bloomberg.

El país carece de credibilidad en el exterior

La respuesta convencional para los países que se enfrentan a condiciones de este tipo o similares es buscar uno o más anclajes o ayudas externas a la espera del fortalecimiento de las políticas internas. Por lo general, esto implica un programa con el Fondo Monetario Internacional que proporcione tanto financiación como un sello de buena gestión para las políticas internas. Eso es lo que hizo Argentina a principios de este año para contrarrestar el caos en sus propios mercados con el peso. Y el argumento de Turquía para obtener apoyo del FMI, en teoría, se vería reforzado por las preocupaciones sobre un posible contagio.

«Pero Turquía parece reacia a recurrir al FMI, y por razones comprensibles. En especial, dado que el apoyo de EEUU está lejos de estar garantizado, es probable que la organización con sede en Washington exija ajustes de política significativos por parte de Ankara, incluyendo revertir muchas de las iniciativas clave del presidente Erdogan», comenta El-Erian.

Aquí hay otra dimensión política interna. Acudir al FMI podría ser visto como una vuelta a los ‘viejos tiempos malos’ de principios de la década del 2000 que, de hecho, abrieron el camino al presidente y su partido gobernante.

Sin embargo, sin el FMI, Turquía puede verse forzada a alejarse aún más de estas iniciativas. Con o sin el FMI, es probable que Turquía se enfrente a un período de recortes de gastos, restricción del crédito, precios más altos de los servicios públicos y mayores impuestos para reducir los déficits internos y externos. La fuerte depreciación de la lira conducirá probablemente hacia una inflación más alta, cabe recordar que los precios ya están subiendo casi un 16% interanual.

«No hay muchas alternativas al FMI. Es improbable que otros gobiernos e instituciones europeas ofrezcan nada que altere significativamente las necesidades de financiación de Turquía. Lo mismo ocurre con la mayoría de los países del Golfo. Es poco probable que China, aunque menos agobiada por cuestiones políticas, se comprometa rápidamente en la escala necesaria», señala El-Erian. Y es poco probable que unos lazos políticos más estrechos con Rusia tengan algún resultado en términos de flujos de efectivo, sobre todo si se tiene en cuenta que Turquía y Rusia han sido enemigos históricos y que en la actualidad no han faltado los econtronazos entre ambos países.

Salir de la tormenta es una opción, pero no una atractiva

Turquía podría dar un paso atrás y permitir que la lira encuentre suelo por sí sola. La pregunta no es si esto finalmente sucederá (porque ocurrirá), sino que a qué coste para la economía.

«La fuerte depreciación que ha experimentado la moneda este año ha impulsado la inflación, ha agravado el problema de la deuda presionando a los bancos locales, socavando el crecimiento y empeorando las perspectivas de muchas empresas locales», sentencia el economista jefe de Allianz. Si esto continúa, se crea el escenario perfecto para que Turquía sufra una estanflación importante: una recesión o bajo crecimiento y una inflación abrumadora, junto con mayores bancarrotas e impagos de deuda corporativa».

Más sobre controles de capital y convertibilidad

«No es una gran sorpresa que ahora haya más comentarios a nivel nacional sobre la posibilidad de que Turquía implemente controles de capital para limitar las salidas y contrarrestar la ‘dolarización’ de la economía. Esto aumenta el incentivo para que el sector privado (tanto local como extranjero) acelere su desacoplamiento de la moneda local. Con ello viene una presión financiera y económica aún mayor».

El Erian concluye su artículo reconociendo que «la conclusión para Turquía no es agradable. Debido a la coincidencia de presiones internas y externas, las autoridades tienen un margen de maniobra limitado cuando se trata de la formulación de políticas y la financiación, especialmente si deciden continuar solos. Cada vez es menos probable que el gobierno pueda evitar alguna combinación de tipos de interés más altos, austeridad presupuestaria, recurrir a la financiación del FMI y algunas formas de control de capital. De hecho, cuanto más espere para ajustar las políticas a nivel nacional y comprometerse con el FMI, mayor es el riesgo de que todo esto ocurra».

«Los inversores deben prepararse para una mayor volatilidad en la lira y los diferenciales de los bonos turcos, así como un mayor contagio técnico para otros mercados emergentes. Las repercusiones para el mundo avanzado (particularmente Europa) solo serán una consecuencia si las fuentes de contagio se propagan», sentencia el experto.

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