El liderazgo económico de Estados Unidos a nivel internacional se está viendo comprometido en los últimos años por la evolución que experimenta el otro gran polo de desarrollo mundial: el continente asiático, y más concretamente la creciente preponderancia de China en el mapa económico. De hecho, el sorpasso de China a EEUU como principal potencia mundial parece más cercano a medida que el gigante asiático continúa con su expansión tanto por los canales comerciales como de inversión.

El último hito que apunta a esta tendencia es que China superó en 2016 a EEUU como la región del planeta que más aporta al crecimiento mundial, copando el 31,5% del avance de la producción global, y siendo esta cifra superior a la contribución conjunta de EEUU, Japón y la Eurozona en el dicho ejercicio, según muestra el informe publicado recientemente sobre la coyuntura económica china de KPMG, China Outlook 2018.

Con estas cartas sobre la mesa, no parece casual la ofensiva del presidente norteamericano, Donald Trump, para contrarrestar el potencial comercial de China, empezando por el intento de recortar el superávit en el intercambio de bienes y servicios de 168.000 millones de euros, según cifran las autoridades estadounidenses. Para alcanzar el objetivo, la Casa Blanca ha iniciado un ataque arancelario a las importaciones procedentes del gigante asiático -que ha reproducido con todos sus aliados con los que guarda un déficit comercial- con gravámenes por valor de 50.000 millones de dólares. Unas actuaciones que ya han tenido respuesta del Gobierno de Xi Jinping y que han sembrado la semilla de una guerra comercial en ciernes.

Sin embargo, el temor a un relevo en la vanguardia de las potencias mundiales no sería fácil, toda vez que EEUU se presupone una economía altamente solvente, con un alto grado de flexibilidad y la conjunción de numerosos mercados que hacen de ella un titán ante sus competidores. Como explica el investigador de la Universidad Essex y socio de China Capital, Javier Santacruz, el relevo definitivo solo sería concebible después de una importante recesión en la economía estadounidense. El profesor asegura que esta teoría se sustenta en que el país norteamericano cuenta con una amplia diversidad de mercados en diferentes sectores y que estos son «muy flexibles» lo que les dota de una gran capacidad para adaptarse a los cambios en los flujos comerciales y encontrar nuevas áreas de influencia.

Esta abultada preponderancia de China en el desarrollo internacional convierte al gigante asiático en un elemento conductor de la economía global. En los últimos años, el comercio exterior sirvió como el canal principal para ganar peso de forma indirecta en el mundo, siendo el país con más desarrollo y el segundo mayor importador desde 2009. De hecho, en 2016, las exportaciones, importaciones y volúmenes comerciales totales de China

representaron el 13,1, el 9,78 y el 11,45% del PIB mundial, respectivamente, lo que convierte al gigante asiático en el segundo mayor volumen de negocio del mundo. Así, China sufrió un aumento de 7,9% de sus exportaciones y un aumento de 15,9% de las importaciones en 2017. El superávit comercial general en 2017 fue de 422.500 millones dólares, lo que representa una caída de 14,4% con respecto a 2016.

Fuente: El Economista

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