La apuesta por la economía creativa del Banco Interamericano de Desarrollo sería una estrategia para mejorar su cartera de instrumentos, reforzar el diseño de proyectos y la supervisión de la ejecución, así como para seguir mejorando sus prácticas operativas
en el terreno (BID, 2015: 2).

A partir de este mapeo, se advierte un interés escaso aún por la internacionalización de los datos de la economía creativa, aunque es cierto que existen algunos intentos de adaptaciones de las metodologías nacionales a los criterios internacionales (como es el caso de las aún escasas cuentas satélites) con el Convenio Andrés Bello. Hay un camino recorrido tanto en las mediciones del sector cultura desde la perspectiva económica, pero todavía son incipientes, por ejemplo, las mediciones de otros sectores como publicidad o tecnologías, que abren el campo cultural al sector creativo en un sentido amplio.

Mapeos, baterías de indicadores, cuentas satélites, estudios de comportamiento de exportaciones, investigaciones del mercado de trabajo, son algunos de los instrumentos
más recurrentes. La diversidad de fuentes para realizar la gestión de conocimientos de las economías creativas locales y nacionales da cuenta de marcos conceptuales y operativos diversos que obedecen muchas veces a los discursos institucionales, sesgos políticos o coyunturas de cooperación. Instituciones como el BID, Unesco, OEI, OEA, OMPI, Cepal, Mercosur, Convenio Andrés Bello, han enfocado diversas aristas, pero este esfuerzo, si bien se reconoce como pionero, es insuficiente aún para establecer criterios de comparación,
análisis comparados y prospectivos.

Según el BID, se hace necesario un programa sostenido de gestión de conocimientos que
involucre diversas contrapartes, con sentido crítico, con valor comparativo y enfoque multisectorial que permita avanzar en un criterio marco como el que ha estado intentando hacer las Naciones Unidas a través de Unctad, PNUD y Unesco. El informe más reciente de las Naciones Unidas señala que como parte de la Agenda 2030, los países en desarrollo deben desarrollar sus capacidades estadísticas que les permitan tomar
decisiones basadas en la evidencia.

Según estas recomendaciones, nuevas mediciones estadísticas son necesarias para conocer, por ejemplo, las prácticas culturales digitales y los servicios creativos (Deloumeaux, 2017:141). Se reconoce que “la gran brecha de datos” podría obstaculizar el logro de estos resultados, sobre todo los relacionados con “la movilidad de artistas y profesionales de la cultura, así como los beneficios de los servicios culturales” (Unesco, 2017: 23). Por otra parte, se necesita implementar la caracterización de los  emprendimientos creativos para conocer la naturaleza de estos y así establecer modelos de inversión sostenibles, si se quiere enfocar a las microempresas como agentes de  transformación para el desarrollo sostenible.

Como instancia regional, el BID debería canalizar y acelerar el consenso de diversos actores como Cepal, OEI, Unesco, Segib, entre otros, para reforzar las capacidades de las mediciones y estas sean confiables. Su prestigio y solidez institucional en América Latina y el Caribe podrían articular las diversas iniciativas y avanzar hacia un lenguaje común que tome en cuenta e integre la diversidad de enfoques, con el horizonte de la Agenda 2030 para el desarrollo, y otros instrumentos. Este liderazgo del BID estaría
en sintonía con el Plan de trabajo de cultura de la Unesco para América Latina y el Caribe 2016–2021 que recomendaba:
• Compartir e intercambiar metodologías que permitan analizar de manera cuantitativa y cualitativa el impacto real de la cultura, de las industrias creativas y culturales en las economías y el desarrollo social de nuestros países;
• Trabajar para construir un sistema de información cultural que logre alcanzar a todos los miembros de la Celac que permita conocer y hacer valer la participación de la cultura en las economías y el desarrollo social de nuestros países con la Cepal, con una metodología consensuada que cuantifique el impacto de la cultura y de las industrias culturales para contribuir con el logro de los objetivos de la erradicación de la pobreza y la disminución de las desigualdades sociales en América Latina y el Caribe, así como un catálogo sobre las buenas prácticas en la materia (Unesco, 2016: 3, 4).

Una cuestión clave sería la concepción de instrumentos innovadores que permitan “mejorar el acervo de información, emprendiendo una recopilación de datos rigurosa como inversión preliminar esencial para la adopción de políticas coherentes del desarrollo de la economía creativa” (Naciones Unidas, Unesco, PNUD, 2014: 157). Oxford Economics recomendaba seguir desarrollando los atlas culturales y las cuentas satélites cooperativamente, lo cual “alentará y ayudará a los países más pequeños a alcanzar y coordinarse mejor en el desarrollo común de una economía creativa hemisférica” (2013: 6).

La Unesco de igual forma recomienda “construir capacidades y mejorar la infraestructura en los países en desarrollo para generar estrategias de comercio para los bienes y servicios
culturales, y para negociar los acuerdos comerciales más activamente y en línea con las metas de la Convención” (Unesco, 2017: 23).

Paraguay

Según un estudio de la Universidad Nacional de Asunción (UNA), basado en los datos de 2010 del Sistema de Información de Paraguay, el PIB cultural, entendido como el porcentaje del valor agregado bruto de las actividades culturales en el PIB nacional, fue de 3,85% (2013: 1). Según la Unctad, las exportaciones de los bienes creativos del país fueron de 17,5 millones de dólares, en 2012 (2016: 114). No existe información para los servicios creativos. Paraguay está en proceso de adoptar las metodologías para establecer
una cuenta satélite de cultura. El Ministerio de Educación y Cultura tiene la iniciativa de impulsar la construcción de su cuenta satélite, y a la fecha están en proceso de identificación de la información base.

Según un estudio de la Cepal, el empleo cultural en Paraguay, en 2011, era de 27,7 mil personas (1,0%), mientras que si se le agregan las actividades auxiliares de la cultura,
asciende a 40,8 mil personas (1,5%). Otras 37,7 mil personas (1,3%) se emplean en actividades relacionadas con la cultura (Cepal, 2014: 105).

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