La economía de América Latina y el Caribe crecerá un 6,2% en 2021 en parte recuperándose del impacto del coronavirus, pero moderará su expansión al 2,1% este año ya que enfrentará un escenario de menor espacio fiscal, inflación e incertidumbre sobre la evolución de la pandemia, dijo este miércoles la CEPAL.

En su documento «Balance Preliminar de las Economías de América Latina y el Caribe 2021», divulgado en parte por la agencia internacional de noticias Reuters, el organismo alertó que con las tasas proyectadas para estos dos años, menos de la mitad de los países de la región habrán logrado recuperar los niveles de actividad del 2019 previo a la crisis.

«Hacia fines de 2022, casi tres años después de comenzada la pandemia, más de la mitad de los países de la región no habrán logrado recuperar los niveles de PIB de 2019», señaló la entidad de Naciones Unidas con sede en Santiago.

«En este sentido, la pandemia ha infligido un daño duradero al crecimiento de las economías de gran parte de América Latina y el Caribe».

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) había previsto en diciembre de 2020 que la economía regional crecería 3,7% el año pasado. En julio, estimó un 5,2% y al mes siguiente elevó esa cifra a un avance del 5,9% debido a la baja base de comparación y a mejores expectativas de desempeño global tras el impacto de la crisis sanitaria.

En el alza de 2021 influirá una evolución favorable del contexto global respecto a buenas condiciones financieras, precios de los productos básicos y comercio mundial, unida al aumento de la movilidad en los países y al avance en los procesos de vacunación.

Para 2022, en cambio, redujo su estimación desde el 2,9% que previó en agosto a raíz de una menor proyección de crecimiento mundial marcada por una demanda externa menos dinámica y un menor crecimiento del comercio global.

«Desde el punto de vista de las políticas macroeconómicas en los países de la región, 2022 también se presenta con desafíos crecientes, en tanto el espacio monetario y fiscal con que los países cuentan para apuntalar la reactivación de la actividad económica se ha visto reducido», dijo el documento.

Entre esos factores de tensión también figura la inflación, más alta y menos transitoria de lo que se esperaba meses atrás, lo que ha llevado a que los bancos centrales de varios países de la región eleven las tasas de interés. Por otra parte, varios países han aprobado presupuestos más restrictivos para reducir sus déficits fiscales y estabilizar la deuda.

«Por último está la incertidumbre asociada a la propia evolución de la pandemia y la posibilidad de que la aparición de nuevas variantes —como la ómicron— desemboque en nuevas restricciones a la movilidad más o menos generalizadas. Esto tendría impactos dañinos sobre la actividad económica».

Antes de la pandemia, de todas maneras, la región ya mostraba cifras mediocres de crecimiento, con una expansión casi nula de 0,3% en el sexenio terminado en 2019.

La caída de 6,8% en 2020, el año más duro de la crisis sanitaria, exacerbó aún más los problemas estructurales que la región ya mostraba, como baja inversión y productividad, informalidad, desocupación, escasa cobertura de los sistemas de protección social y altos niveles de desigualdad y pobreza, dijo el organismo.

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