El “cambio climático” describe una serie de cambios esperados en el clima global en un mediano y largo plazo, reflejado por tendencias de una creciente temperatura media global, además del aumento de fenómenos meteorológicos extremos (tales como huracanes, sequías o inundaciones), según la Red de Inversiones y Exportaciones (Rediex), dependiente del Ministerio de Industria y Comercio (MIC).

En el contexto global, Paraguay no participa en mayor escala en las emisiones del gas carbónico (CO2), que es el principal gas del efecto invernadero (GEI). Según estimaciones, cada habitante del Paraguay genera cerca de 0,18 toneladas de CO2 por año, comparando con valores per cápita de 19,5 toneladas en Estados Unidos, 10,7 ton. en Rusia, 7,6 ton. en España, 3,5 ton. en Argentina y 2,7 ton. en China.

Más del 90% de las emisiones de CO2 del Paraguay son originados por los combustibles líquidos, mientras que el remanente es ocasionado por la producción cementera. En cambio, la casi total cobertura hidroeléctrica del país permite la producción climáticamente “limpia” para las industrias y el bajo impacto climático de los hogares y las oficinas.
En un mediano plazo, la mayor eficacia de las hidrovías, la instalación de sistemas de transporte eléctrico y la modernización del parque automotor podrían reducir aún más la participación paraguaya en la emisión global del CO2.

Sin embargo, nuestro país podrá sufrir un impacto notable de las consecuencias del cambio climático global. A pesar de ciertos márgenes de incertidumbre existen escenarios científicamente respaldados que permiten vaticinar impactos probables en la
economía nacional. Acorde a un análisis de la CEPAL, Paraguay estaría entre los
países sudamericanos en donde el cambio climático conllevaría efectos mayormente negativos (mientras que Chile, Argentina y Uruguay, en partes saldrían beneficiados de un clima más cálido).

El principal sector afectado sería la ganadería, en donde se espera una reducción de la capacidad entre el 22% y el 27% para fines del Siglo XXI. Otras áreas afectadas serían el trigo y la soja, con mermas del 15% y 13% respectivamente. En términos
económicos, las reducciones indicadas representarían cerca del
10% del PIB nacional (base 2008). Como posibles estrategias de adecuación se pueden mencionar:
• El desarrollo de variedades genéticas de los cultivos actuales con mayor resistencia hacia un clima más cálido (entre 2 y 5 grados centígrados), además de una mayor tolerancia hacia efectos como sequías temporarias y lluvias extremas.

• La diversificación productiva, considerando a nuevos tipos de cultivos aptas para las variaciones climáticas

• El manejo prudente de la energía hidroeléctrica como recurso esencial del futuro. Una autonomía energética del país permitirá el establecimiento de industrias internacionales con “sello verde”.

• El desarrollo de industrias independientes del sector agroganadero para amortiguar el impacto de años climáticamente desfavorables.

• La protección de los recursos hídricos superficiales y subterráneos, y el desarrollo de sistemas de reserva acuática y de riego para los períodos de sequía prolongada.

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