La invasión a la propiedad privada del establecimiento Pindó no es suficiente para los falsos campesinos sin tierra instalados en el lugar, quienes proceden sin descanso a devastar el valioso bosque atlántico, en una rutina insensible y cruel que priva de futuro a miles de paraguayos y genera beneficios ilegales compartidos con los aserraderos clandestinos multiplicados como hongos ante la ausencia del Estado, según denuncia de la Asociación Rural del Paraguay (ARP).

Se trata de 3.203 hectáreas (71% de la propiedad) que, antes de la invasión, contaba con 36 especies de flora, 27 especies de mamíferos, 6 especies de anuros (sapos y ranas que indican la calidad del agua) sin categorización, 15 especies de reptiles y 121 especies de aves, que se encuentran en riguroso peligro de extinción.

El hábitat de Pindó es considerado como extremadamente rico por su biodiversidad, e incluye recursos hídricos como nacientes, rodeados de paisajes naturales y belleza escénica.

Un estudio realizado por los ingenieros forestales Felipe Barboza y Alberto Molinas Mellid alerta acerca de los cambios irreparables en el ecosistema del lugar -que forma parte del Bosque Atlántico– y la necesidad de proceder sin más contratiempos al rescate de la fauna y la flora amenazadas de extinción.

Aunque no existen datos concretos en ese “territorio liberado” donde guardias civiles armados impiden el acceso, se cree que entre 5 y 10 hectáreas de bosques son depredadas diariamente, como parte de la rutina de dominio sobre la propiedad privada, que incluye la práctica del abigeato y el cultivo de marihuana.

Añosas y apreciadas especies de árboles de valor incalculable son tumbadas para aprovechar el valor económico de la madera, mientras los dueños de aserraderos celebran el negocio y las autoridades asumen la situación como “hecho normal”, en una supina muestra de inoperancia y falta de patriotismo por la defensa de un recurso de valor universal.

Incontables idas y venidas de los propietarios en busca de justicia han caído en saco roto.

Colecciones documentadas de evidencias del despojo, como señal del poder de la violencia y la fuerza por encima del rigor de la ley y el respeto a las instituciones, permanecen dormidas en la justicia.

Las órdenes de desalojo se han convertido en hazmerreír de los invasores, quienes conocen a la perfección acerca de esquemas exitosos de saqueo y pueden anticipar con precisión la mansedumbre y sumisión de la Policía a los intereses de quienes, en un país serio, hace tiempo hubieran estado presos por un rosario de delitos contra el patrimonio público y privado.

Así como están las cosas, técnicos medioambientales no dudan en adelantar el futuro en Pindó como el triste recuerdo de una época de esplendor con desarrollo productivo que en una noche pasó a manos de personas que reivindicaban el derecho a la vida digna, pero en la práctica demuestran que han sido adiestradas para vivir al margen de la ley y el orden, pisoteando el Estado de Derecho y ninguneando flagrantemente a todos quienes no sean considerados “compañeros y compañeras”.

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